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La otra Punta que florece en el Este

02/12/2010



Caminar desde el centro de Punta del Diablo hasta Playa Grande implica andar un par de kilómetros por la arena casi siempre hirviendo, eludiendo rocas resbaladizas y subiendo dunas lo suficientemente empinadas como para que, al llegar, la sensación sea de haberse consagrado un auténtico aventurero. Pero el premio era -así, en pasado- aún mejor: tras el último repecho, contener la respiración y, al levantar la vista, uno era bienvenido al Paraíso.

Punta del Diablo crece desde la década de 1980; no es novedad. Pero hace 15 años el crecimiento se disparó, en los últimos cuatro se agudizó, y del verano pasado a éste parece otro balneario que, además, compite por atraer a desencantados turistas esteños que buscan más sosiego.

Ya había varias residencias en la playa de La Viuda y hace tiempo que las inmobiliarias la venden como la zona más exclusiva. Pero ahora hay 20 construcciones más, todas sobre dunas -a menos de 250 metros del mar-, y algunas de ellas similares a las que se pueden encontrar en José Ignacio. Ya había algún rancho o cabaña hacia el norte boscoso del balneario. Pero ahora hay decenas y algunas se han levantado justo frente a la conocida discoteca Bitácora.

Además de ser el balneario uruguayo que más creció en los últimos 20 años, Punta del Diablo se considera el "embajador" de Rocha en el mundo, figura en Internet como un sitio privilegiado para descansar y es el que está de moda entre uruguayos de clase media y alta. Durante el año viven poco más de 1000 personas; en enero lo visitan 12.000.

Aunque todavía queda entre 60 y 70 por ciento del terreno fraccionado sin edificar, los precios han aumentado más que en cualquier otro balneario: si una manzana sobre la costa del balneario La Paloma cuesta US$ 400.000, una manzana a siete cuadras de la playa en Punta del Diablo se vende por más de un millón de dólares.

Ante ese panorama, los lugareños dividen sus pareceres. Algunos se quejan de la ausencia de planes urbanísticos; otros, de la falta de control en lo ambiental o sanitario. La irritación mayor entre quienes viven del turismo es la dificultosa convivencia con los ruidos nocturnos. Hay quienes se preocupan porque en Punta del Diablo se haga "turismo sustentable" y quienes piensan que el balneario podría explotar su capacidad turística mucho mejor.

Una sola cosa reúne consenso: el crecimiento es "desordenado", "improvisado", "descontrolado". Y la Intendencia de Rocha no ha podido elaborar una respuesta eficiente.

El origen del desorden de Punta del Diablo se remonta a los ranchos en terreno fiscal u ocupando solares de propietarios ausentes, uno al lado del otro, sin permiso de construcción, sin abonar aporte alguno, tapando la visual de la playa, improvisando pozos negros que la contaminarían y cortando el movimiento natural de las dunas. Cuando notaron que la arena se estaba yendo era casi tarde.

En 1998 se proyectó el llamado Plan de Excelencia intentando paliar esa situación, que muchos asocian a la demolición. De hecho, parte del plan consistía en tirar abajo las casas que estuvieran en lugares prohibidos, empezando por las de terreno fiscal. Se demolieron 95 casas en total y para el año que viene está proyectado tirar 77 más. El objetivo primordial era recuperar los espacios públicos del balneario, entonces invadidos.

Pero es un plan que se ha encontrado con varias dificultades. Más allá de la previsible resistencia de los "dueños" de esos ranchos, escasearon los recursos para llevarlo a cabo y su gestión fue incompleta.

Tierra de muchos. Brian tenía veintipocos años cuando se enamoró de Punta del Diablo. Economista estadounidense recién recibido, se propuso hacer un hostel sobre la costa del balneario de pescadores, en Playa del Rivero. Tenía poco dinero en su cuenta pero ideó un proyecto que despertó el entusiasmo de varios inversores. Cumplió con los estudios ambientales correspondientes y en 2007 inauguró El Diablo Tranquilo.

Los visitantes del balneario son más bien rubios y de piel clara. Pero este año se ven más obreros que extranjeros, y muchos de ellos planean quedarse en temporada: entre las 100 obras que hay en este momento, se ven varias apenas en cimientos. El gobierno departamental de Rocha no ha establecido una veda de construcción en verano como sí se impone, por ejemplo, en Punta del Este.

Por los ruidos molestos que generará, será ésa, seguramente, una de las demandas de los veraneantes. Aun con esas "deficiencias", el balneario ya le disputa turistas al Este.

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