Desembarcados del barco Colonia Express que los cruzó a tierra uruguaya y tras cinco horas de ruta, Martín y Luz van y vienen con valijas, packs de aguas y bolsas de supermercado.
Las descargan de la camioneta polarizada y las llevan a la que será su casa durante los próximos 15 días, mientras que sus hijos Josefina, de 8, y Bautista, de 5, descubren sus nuevas camas. Inés, de 10 meses, por suerte sigue dormida. Ambos profesionales del sector turístico, Martín y Luz se instalaron con otras tres familias, todas amigas porque sus hijos van al mismo colegio en San Isidro, en 4 de las 26 casas del Complejo Palmas de La Pedrera.
"Apto para la familia y tranquilo. No es la movida de Punta y no hay tanta gente. Queríamos probar", sintetiza Martín sobre las razones de esta nueva elección. "Y es más cálido que la costa argentina", agrega Luz. La familia calcula que, en 15 días, gastará 5000 dólares: 3000 en alojamiento, 500 en pasajes y 1500 en gastos.
"Menos que los 70 a 100.000 pesos que me pedían de alquiler en Costa Esmeralda por dos semanas", justifica Martín, en referencia al balneario pegado a Pinamar. El retorno de los argentinos a las costas uruguayas repercutió fuerte en Rocha, departamento vecino al de Maldonado que empieza en El Caracol y Garzón, donde termina José Ignacio, y se extiende hasta Chuy, límite con Brasil.
Entre la última semana de diciembre y la primera quincena de enero, Uruguay recibió a casi 125.000 argentinos de un total de 170.000 visitantes, lo que representa 24,5% más que en la temporada de 2016 según cifras del Ministerio de Turismo. En los balnearios de Rocha desde La Paloma hasta Punta del Diablo, pasando por La Pedrera, San Antonio, Aguas Dulces, Oceanía del Polonio y Cabo Polonio, entre otros ese boom argentino se tradujo por un aumento de entre 20% y 25% más de turistas que hace un año. Con una característica: a la vuelta de los argentinos que solían venir hasta antes de 2011 se suma la llegada de muchas familias argentinas que descubren por primera vez estos balnearios del Far East uruguayo, y que se suman a los brasileños e incluso israelíes. "La gente conoce Punta del Este y Piriápolis, pero ahora quiere y se anima a conocer destinos más naturales, con buena calidad y mayor espacio, familiar aunque sin tanto amontonamiento, y con la posibilidad de hacer otras actividades", explica a LA NACION la directora de Turismo de Rocha, Ana Claudia Caram, todavía sorprendida por la gran cantidad de familias argentinas, muchas de provincias, que vienen por primera vez.
Rocha son 180 kilómetros de playa oceánica. Desde la urbanizada La Paloma, con supermercados y almacenes, cajero automático, casa de cambio, estación de servicio y un histórico casino, hasta la Punta del Diablo de pescadores, pasando por el Cabo Polonio sin electricidad (paneles solares) ni autos, la costa rochense incluye un sinfín de paisajes que cambian a medida que se avanza pero en los que nunca se verá ni una torre Trump, ni un shopping, ni salas de cine.
"En Rocha no vas a ver al público de torres y edificios esteños. Eso sí: ningún argentino deja de ir al Chuy, que es como un free shop de siete cuadras. Acá no hay McDonalds pero sí buñuelos de algas y miniaturas de pescado. No estar globalizados forma parte de la identidad rochense", agrega Caram.
Eso es lo que vinieron a buscar Andrea Ritzer y José Kittel, psicóloga y banquero de Colegiales en sus 40 que este año eligieron Cabo Polonio para pasar las vacaciones con su hija Mora, de 5. "Cada vez que veníamos por el día nos quedábamos con ganas de más. Es una linda experiencia para estar conectados entre nosotros y desconectados a la vez, sin tabletas ni 3G. La costa argentina está muy cara y sentís que no se justifica. Acá no es excesivamente caro, nos parece más bello y menos hostil: en otros lados, a esta hora (18) estás con poncho", cuenta Andrea mientras mira el mar. A la pareja le gusta ir al Almacén de Lujambio, atendido por su dueño Pancho y en donde se siguen usando balanzas con pesas, mientras Mora va sola a los jueguitos. En lo que va del verano, al Cabo entraron 31.445 personas, contra 27.000 el año pasado.
Según los testimonios, el presupuesto no es una razón menor para elegir Rocha. Los precios uruguayos, si bien no son particularmente regalados, quedaron desactualizados frente a la inflación argentina. A ello se suma la posibilidad de llegar en auto, sin subirse a un avión.
A la salida de la pescadería La Nueva, en La Paloma, Luciano Ducatelli, 39 años, abrocha el cinturón de su hijo Lucas, de 3, y se sube al auto con los cuatro filetes de brótola que compró por 250 uruguayos (menos de 10 dólares). Psicoanalista de Quilmes al igual que su mujer, Cecilia Preneste, cuenta que fue un buen año pero que el aéreo a Brasil pasó de 8000 pesos para toda la familia en 2013 a 30.000 este año.
"Como Brasil se hace difícil para acceder, venimos a Rocha. El factor económico es importante a la hora de elegir, además de la distancia y la tranquilidad. En la costa argentina está el frenesí de Buenos Aires, y eso no nos gusta. Vinimos a un complejo de cabañas apart, con cocina, parrilla y pileta, y llevamos vianda a la playa. No estamos re gasoleros pero no vinimos a delirar", cuenta Luciano. Amparo Alastuey, 38 años, abogada de un juzgado de Familia, y su marido Pedro Orellana, que trabaja con caballos de polo y está armando una herrería en Trenque Lauquen, donde viven, vinieron en casa rodante y recorren la costa rochense con sus hijos Esmeralda y Pedro, de 4, y Consuelo, de uno.
"Punta me resulta más parecido a la costa argentina, a Pinamar. Allá hay mejores instalaciones, pero acá es más uruguayo. La calle es linda y los restaurantes están bien puestos. Estuvimos en Punta del Diablo, en La Pedrera y en el Cabo. Cada lugar tiene algo especial. Y gastamos 1000 uruguayos por día (35 dólares)", cuenta Amparo.
La familia de clase media que elige estos lugares más al este de Uruguay convive también con un público más acomodado pero sin pretensiones, que acepta pagar 250 o 300 dólares por día por una casa frente al mar. Incluso en Cabo Polonio, sin electricidad y con pozo de agua individual. "¡Acá adelante cuesta más caro que en Nueva York! Si te vas más atrás, pagás 100 dólares por noche, y con 60 por día te arreglás de sobra para compras y cocina en casa", resume Andrea.
Lejos quedaron los tiempos en que estos balnearios podían confundirse con lugares más hippies. Los puestos de artesanos hoy cohabitan con surfistas y con un público muy variado. En Polonio, por ejemplo, área protegida del Uruguay, la playa Sur fue poblada "por argentinos y uruguayos con privilegios" que se construyeron casitas blancas muy prolijas frente al mar. Hay incluso un parador, Imperdible, para tomar un drink mirando la puesta del sol. Del otro lado, en la playa Norte, se puede comer muy bien en La Perla del Cabo, que también funciona como posada y es elegida por europeos.
Oceanía del Polonio, Santa Isabel, San Antonio o Pueblo Nuevo son balnearios con pocas casas, muchas de argentinos, algunas construidas por arquitectos reconocidos, que en temporada se alquilan por hasta 300 dólares diarios, sobre todo aquellas que están en primera línea, es decir, frente al mar.
El paisaje cambia totalmente entre unos y otros, separados de sólo 10 o 15 kilómetros. En San Antonio, donde tiene casa uno de los Eskenazi que va y viene en helicóptero, hay más monte, es más abrigado, y los vecinos se conocen. Pueblo Nuevo tiene sólo 11 casas, de las cuales nueve son de argentinos, en un paisaje sin vegetación, con una playa que parece no terminar nunca, horizonte muy presente e inmensidad que invita a la meditación. Oceanía es más ventoso, con muchos terrenos aún sin construir y la posada Buscavida que relanza su actividad después de un tiempo de estar cerrada. En todos, se puede estar totalmente solo en la playa un 5 de enero, en plena temporada.
La Pedrera es más heterogéneo, con 300 personas que viven todo el año y muchas casas que se construyeron en los 90, cuando fue el boom del balneario, como la de los Born o de uno de los hijos del fundador de Acindar. Caram cita a Las Garzas, el emprendimiento inmobiliario de Eduardo Costantini cerca de la laguna Garzón, que hasta hizo construir un puente para mejorar el acceso desde José Ignacio a los terrenos que vende. Rocha permite opciones para públicos diferentes: aquellos que prefieren lugares muy exclusivos apartados y las familias de clase media argentina que buscan autenticidad local.
Residente en La Pedrera desde hace 23 años y creadora de lapedrera.com.uy, portal de referencia para el alquiler de casas desde Arachania hasta Oceanía, Marta Bello cuenta que el pueblo recuperó este año el turismo de clase media y las parejas jóvenes con hijos que había perdido. Las casas, dice, están alquiladas durante toda la temporada, aunque se achicó la estadía: quincena y menos también.
"Rocha es más agreste y Maldonado es más organizado, con una intendencia más abocada al turismo. Aquí los intendentes tienen puesta la cabeza en el agro. Punta del Este es una ciudad. Acá nada se le parece, hay un desfasaje con la vida urbana. Al que le gusta Punta, mejor que no venga a Rocha porque no encontrará esa actividad. Aquí es naturaleza, comer algo y averiguar cuándo sale la Luna", describe Bello.
Fuente:
La Nación