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Otoño dorado en las playas de la costa de Rocha

18/04/2016



Desde La Paloma, pasando por La Pedrera, Cabo Polonio y Punta del Diablo, hasta Valizas, los destinos de la costa de Rocha, Uruguay, batieron récord de visitantes en esta temporada de verano. Tanto es así que los diarios locales solicitaban a la población no acudir a la zona sin reservas: tan colmados estaban los hoteles. Sin embargo, hay algo que solamente los lugareños saben y a muy pocos privilegiados les comentan: nada más bello que la costa de Rocha cuando el otoño apenas arrancó.

Un plus de estos 180 kilómetros de costa, que debe sumarse a la belleza de sus paisajes, es la gastronomía. Gran parte de los sabores giran en torno al mar y a sus ríos o lagunas. Propuestas en base de camarones, calamares, chipirones, cangrejo o sirí, corvina, pez espada y atún pueblan los menús de los restaurantes locales. Por supuesto, siempre encontrarán el clásico chivito uruguayo.

Punto de partida


Ubicada en el kilómetro 0 de la ruta 15, La Paloma es reconocida por su gran variedad de playas y la oferta de hoteles, posadas, casas de alquiler y hasta un casino, que la tornan atractiva tanto para los surfistas como para las familias. En el casco viejo de La Paloma –a la que nombraron los viejos navegantes, casi todos pescadores– están las construcciones más antiguas y tradicionales. Y las playas son todas distintas, cada una tiene su propia geografía, como Anaconda, de olas bravas. Pero todos coincidirán en La Balconada, en la zona de El Cabito, a la caída del sol, porque el espectáculo es único. Tanto que cuando los últimos rayos se apagan sobre el océano, estallan los aplausos. En este punto, también es posible avistar ballenas francas.

Hay varios lugares donde coleccionar postales. La playa Los Botes es ideal para caminar por la arena y ostenta el melancólico color que sólo los barquitos de los pescadores artesanales pueden darle, el lugar ideal para saborear los típicos buñuelos de algas. En tanto, la belleza del faro y las imágenes que desde allí se captan no pueden describirse. Hay que sumar también la aventura de trepar 150 escalones en espiral para alcanzar la cima. Y por si esto no alcanza, desde 2005 el lugar muestra el reloj solar más alto del mundo.

En La Paloma viven poco más de 5.000 personas. Y además del casino, suele estar abierta una feria artesanal, en el pequeño, pero encantardor centro comercial.

Glamour frente al mar

La segunda parada es la imprescindible La Pedrera, un amplio balcón que mira al mar. Adherida a la rocosa Punta Rubia, vecina de La Paloma (a 10 kilómetros, en la ruta 10), su geografía mezcla verdes, fruto de la abundante vegetación y arboleda, con casas coloridas. La paleta de color trepa por el acantilado y confronta con el dorado sedoso de la playa.

Su extensa rambla es ideal para contemplar la puesta del sol y avistar toninas. De costas generosas y solitarias, este destino es ideal para quienes solamente buscan descansar, pero pretenden disfrutar de una excelente oferta gastronómica e infraestructura de calidad; todo muy cool, por cierto. Y la iglesia no es la excepción: sus coloridas paredes sostienen una campana que fue rescatada de un barco que naufragó en sus costas siglos atrás. El centro de La Pedrera conserva un antiguo encanto de casas de fachadas despojadas.

Hay que vivir una pequeña aventura para llegar a Cabo Polonio. Porque hay que atravesar médanos de arena en vehículos especiales hasta esa suerte de “tierra prometida”. Hasta este peñón de arena y roca se puede llegar para pasar el día, un fin de semana o instalarse por una temporada. Eso sí, su principal característica es que la mayoría de los “ranchos” u hospedajes no poseen luz eléctrica y tienen servicios limitados. Sólo un hotel ubicado sobre la playa ofrece todos los servicios.

Lo que comenzó siendo una pequeña aldea de pescadores, gracias a la visita permanente de turistas de todo el mundo, se fue convirtiendo en un lugar adonde, además de la pesca, crecieron las actividades artesanales y relacionadas con el turismo. Para llegar hasta la entrada de Cabo Polonio, Valizas y Aguas Dulces son dos de los balnearios de mejor acceso.

La experiencia es única; las playas infinitas y doradas, y el mar calmo y muy transparente. Los que no pueden estar quietos quizás quieran explorar las dunas, declaradas Monumento Natural del Uruguay, o realizar paseos hasta el faro, rodeado por colonias de lobos marinos. Por las noches, lo barcitos del lugar se llenan de velas, el cielo explota de estrellas y el sonido del mar se mezcla con el de los tambores y las guitarras.

A 15 kilómetros de allí, Valizas es, también, un poblado pequeño, con pocos servicios e infraestructura. Sus playas son muy extensas, con grandes dunas y arena amarilla.

Junto a este caserío, el río del mismo nombre desemboca en el Atlántico, pero quienes lo remonten a lo largo de 5 kilómetros, desde su nacimiento hasta la laguna de Castillos, llegarán a un monte de ombúes de gran rareza. Navegar a bordo de un barquito camaronero (suelen usarse para realizar la excursión) es una experiencia en sí misma, que se intensifica con el avistaje de biguás, patos, garzas blancas, teros reales, cigüeñas y cisnes de cuello negro, entre otras aves. La recomendación es, al final del recorrido, comer camarones al ajillo en cualquiera de los puestos que se encuentran pegados al río.

Pueblito de pescadores

Punta del Diablo es el último balneario de esta cadena antes de llegar al Chuy, en la frontera con Brasil. Allí conviven lugareños –en su mayoría pescadores– con turistas de todo el mundo. Así, crece y cambia su paisaje cada año, sin perder la magia.

Al ingresar al pueblo, lo primero que se ve es un interminable muelle que se pierde en el mar. Si se toma hacia la derecha, la playa La Viuda deja estallar sobre la arena furiosas olas. Desde arriba del acantilado, elegantes casas disfrutan la increíble vista. Si, en cambio, el viajero toma hacia la izquierda se encontrará con múltiples casitas y cabañas, además de la pequeña y apacible playa de los pescadores, cargada de los colores que aportan sus barcos. Siguiendo camino hacia la izquierda, viene la playa del Rivero, muy extensa y tranquila.

Punta del Diablo ofrece todos los servicios, desde áreas de campamento, hotelería, cabañas, casitas, restaurantes y una feria artesanal. Uno de sus imperdibles es el pequeño museo dedicado a la vida del océano y sus orillas.

Fuente: Clarín

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